Pastor Daniel Saborío – Domingo 22 de Noviembre
Antes de la fiesta de la pascua, Jesús sabía que su hora había llegado para pasar de este mundo y volver al Padre. A los suyos que estaban en el mundo los había amado siempre, y los amó hasta el fin. El diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que entregara a Jesús, así que mientras cenaban Jesús, que sabía que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y que había salido de Dios, y que a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la sujetó a la cintura; luego puso agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de los discípulos, para luego secárselos con la toalla que llevaba en la cintura. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿tú me lavas los pies?» Respondió Jesús y le dijo: «Lo que yo hago, no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después.» Pedro le dijo: «¡Jamás me lavarás los pies!» Y Jesús le respondió: «Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.» Simón Pedro le dijo: «Entonces, Señor, lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «El que está lavado, no necesita más que lavarse los pies, pues está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» Y es que él sabía quién lo entregaría; por eso dijo: «No todos están limpios.» Después de lavarles los pies, Jesús tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Saben lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro, y Señor; y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he puesto el ejemplo, para que lo mismo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan. De cierto, de cierto les digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si saben estas cosas, y las hacen, serán bienaventurados. No hablo de todos ustedes; yo sé a quiénes he elegido. Pero es para que se cumpla la Escritura: “El que come pan conmigo, levantó contra mí el talón.” Les digo esto desde ahora, y antes de que suceda, para que cuando suceda crean que yo soy. De cierto, de cierto les digo: El que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.»
Juan 13:1-20
El lavar los pies era un trabajo de los esclavos. Una muestra de un servidor.
Vivimos acostumbrados a pensar en nosotros mismos, a condenar los errores de los demás, pisoteamos al que ya está en el suelo, herimos a nuestros propios soldados y no estamos dispuestos a quitar el polvo de los demás, sino mas bien a exponerlo.
Jesús siendo REY lavó los pies de los demás, y nosotros debemos hacer lo mismo.
¿CÓMO?
(Filipenses 2:5-10)
1. Entendiendo a Jesús
A. Miremos a quién amó el Señor y cómo los amó.
- Gente imperfecta, discípulos de todos los colores, incompletos y necesitados.
- Los amó “hasta el fin”. ¿Cuál es tu fin para dejar de amar y servir a alguien?
B. Jesús ya volvía al Padre, sabía quién era y aún así, lo último que hizo fue hacerse esclavo y lavar la suciedad de todos.
- Jesús lavó los pies y sirvió a quien lo traicionaría.
2. Entendiendo el Propósito
A. Los que lavamos necesitamos ser lavados. ¿Has sentido lo incómodo que es cuando le lavan lo pies a uno?
- Una es un privilegio, la otra es incómodo.
B. Tomar una vasija y una toalla en vez de una vara.
- Nos hacemos más expertos en exponer el polvo que en quitarlo y eso no es lo que aquí nos enseña el Maestro y Señor.
Detalles que nos muestra Jesús:
- Es un acto de servicio, humildad y atención.
- Amar mas allá de la suciedad.
- Todos nos vamos a ensuciar en el camino, necesitamos lavar y ser lavados.
- Paciencia en la debilidad.
- Amor leal.
- Amarnos con defectos, caídas, errores, etc.
- Si estamos dispuestos a exponer la suciedad, estemos dispuestos a quitarla con amor.
- Dar segundas oportunidades.
- Dios es un Dios restaurador y de sanidad.
Hay veces en las que hacemos lo que ni Jesús haría con los demás. ¿Qué nos pasó?
Jesús dijo: Cuando terminó de lavarles los pies, se puso el manto y volvió a su lugar. Entonces les dijo: ¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.