Pastor Daniel Saborío – Domingo 26 de Setiembre 2021
Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Lucas 5:36-39
Un paradigma es algo que aprendemos directa o indirectamente y lo hacemos un valor o un estilo de vida. Es un estado mental que dirige nuestro comportamiento sin preguntarnos POR QUÉ o PARA QUÉ.
Jesús trajo una nueva idea, una nueva mentalidad al mundo y a su iglesia. El problema radica en el hecho de que nos volvemos viejos en nuestra forma de pensar y adoptamos ideas que no tienen nada que ver con lo verdadero.
Desde siempre se ha hecho así, hasta el solo así se debe hacer… Nos limita y no nos permite ver todo lo que Dios quiere hacer en nosotros. Nos aferramos a lo conocido, acumulamos éxitos viejos, nos miramos al espejo y nos sentimos cómodos, condenamos al distinto, y sin darnos cuenta podemos convertirnos en una iglesia con mentalidad de secta, cerrada y exclusiva para solo los que piensan de la misma manera.
El odre y el vino viejo representan ese fácil cristianismo, el aprendido de memoria y domesticado, cerrado y duro como un cuero viejo, sin la capacidad de retener la mentalidad fresca de Jesús, de su palabra y de su forma de vivir.
Este es el tiempo para cambiar, para crecer, para renovar nuestra mente alineada a sus palabras y sus ideas y no a las nuestras. Jesús no está encerrado ni determinado por nuestras costumbres o por cómo se supone que deban ser la cosas.
La iglesia de Cristo debe ser flexible, capaz de recibir su vino y ser como Él en todo lo que somos. Deja tu vida vieja, que el pecado no se vuelva un paradigma en tu vida y te prive de conocer a Dios verdaderamente.