Red de Vida

¿Qué pasó cuando me convertí?

Pr. Daniela Vargas

A mis 21 años le entregué mi vida a Jesús. Hoy recuerdo con gran agradecimiento en mi corazón esos días pues pude ver como Dios se encargó de buscarme. ¡Qué misericordia! es lo único que alcanzo a decir. Aún recuerdo con gran nostalgia esos días, la verdad no me pudo pasar nada mejor en la vida, nada nunca transformó mi vida tanto como haber conocido a Jesús.

Antes de entregarle mi vida a Jesús, lo que yo vivía era una religión, decía que era cristiana pero realmente no seguía a Cristo. Mi vida no honraba a Dios, mi corazón se había endurecido, estaba hundida en mi pecado, y la verdad no encontraba una salida. Recuerdo que las palabras que mami sembró en mí desde pequeña las recordaba todo el tiempo, sabía que Jesús era la salida, pero tenía miedo de qué pasaría y no sabía cómo acercarme.

Luego de un trato fuerte de Dios en mi vida, un día en febrero del 2010 le entregué mi vida al Señor. En la iglesia a la que asistía hicieron un llamado para orar por los jóvenes, pasé al frente pero no podía parar de llorar, no entendía qué me pasaba así que solo dije «Señor, aquí estoy». Ese día en la noche, en mi cama, comencé a sentir un dolor enorme por todo lo que había hecho, por tantas personas a las que había dañado, pero sobre todo por todo lo que ofendí a Dios durante años. Lloré tanto esa noche, clamé a Dios y le pedí perdón, estaba tan arrepentida y me dolía no poder devolver el tiempo para hacer las cosas diferente, pero Dios extendiéndome su misericordia me abrazó, me perdonó y esa noche me hizo sentir su gran amor inagotable. Esa noche me llené de esperanza, porque finalmente lo que tanto había anhelado había sucedido, estar en los brazos de mi Padre.

Al día siguiente, me levanté y pensé ¿y ahora qué hago? Así que busqué a mami y le pregunté algo, no recuerdo honestamente qué le pregunté, pero nunca olvidaré su respuesta, me dijo «la reto a que lea la biblia todos los días, a ver si Dios no comienza a transformar su vida» y con emoción le dije «¡Bueno!» fue casi como un «¡trato hecho!» y ahí comenzó la aventura más hermosa de mi vida. Tenía muchas ganas de saber y entender más. Así que me inscribí en un curso de discipulado, que viene siendo como las lecciones de consolidación que conocemos en nuestra iglesia. Ahí me explicaron todo lo que me sucedió, afirmaron mi fe y me explicaron todo lo que necesitaba saber para continuar caminando en Dios.

Tenía muchas ganas de servir y amaba cada cosa que me ponían a hacer, pues sentía que mi vida cumplía el propósito para lo cual fue creada. A los pocos meses fui a mi Encuentro, y quisiera poder transmitirles aunque sea un poquito lo que viví en ese lugar, pero como es tan difícil les voy a compartir un pedacito del testimonio que escribí cuando regresé «…Se convirtió en el amor de mi vida, en mi única razón de vivir… Él sanó mis heridas, calmó mis pensamientos, destruyó mis cargas, me hizo su princesa. No tengo palabras para describir el gran amor que siento por Él, lo agradecida que estoy por mostrarme el valor de su muerte en la cruz, por salvarme… Todo lo que viví ahora tiene propósito, ahora Él es el primero en mi corazón, lo primero al despertar, en Él está mi vida entera…» Definitivamente fue sobrenatural, la Daniela de antes jamás habría escrito algo así.

Luego llegó el día de bautizarme, estaba ¡tan emocionada! ¿Alguna vez has tenido una cita muy importante con alguien? bueno, así me sentía yo, entre nerviosa, ansiosa y emocionada. Recuerdo que le mandaba mensajes a mis amigos y les contaba «¡hoy me bautizo!», entre chistecillos y mil preguntas, no entendían lo que me sucedía, pero yo sabía que me dirigía a dejar atrás a la Daniela de antes, a dejar atrás mi pasado que tanto dolor me trajo y a sepultar mi antigua naturaleza de muerte y pecado, para levantarme en una nueva vida con Cristo. Quería que todos supieran, con esa acción, mi decisión por Cristo.

Para ir terminando mi historia, les cuento que tiempo después recibí el bautismo del Espíritu Santo, y recuerdo que esa noche le dije «Señor, yo no sé cómo, pero te quiero servir toda mi vida» esa noche me fui a dormir con mucho gozo en mi corazón, era como que de pronto nos convertíamos en un equipo, donde Él estaría conmigo siempre y me llevaría donde Él quisiera.

Hubo también muchos momentos de duda, de prueba, de temores e inseguridades, momentos donde mentiras de satanás eran sembradas en mi mente y me hacían tambalear. Así que vuelvo a ver atrás y puedo ver la importancia de consolidar y cuidar al nuevo, la importancia de estar cerca y acompañarlos. ¡Atesoro tanto en mi corazón cada palabra y cada minuto invertido de mis líderes y pastores! Por haberme alimentado con amor y paciencia. Agradezco cada oración y cada abrazo, cada palabra de apoyo, cada respuesta a mis cientos de preguntas. Agradezco a Dios por ellos por haberme CUIDADO.

Iglesia linda, tenemos almas preciadas en nuestras manos. Personas viviendo circunstancias diferentes, llenas de preguntas y deseosas de seguir conociendo a Dios y su Palabra. Sigamos con amor sirviendo al Señor y a las personas, pues nuestro trabajo para Dios no es en vano.

Yo puse mi esperanza en el Señor, y él inclinó su oído y escuchó mi clamor; me sacó del hoyo de la desesperación, me rescató del cieno pantanoso, y plantó mis pies sobre una roca; ¡me hizo caminar con paso firme! Puso en mis labios un nuevo canto, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos vieron esto y temieron, y pusieron su esperanza en el Señor.

Salmos 40:1-3

¿Qué pasó cuando me convertí?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *